En su reciente viernes adelante blog, autor y director ejecutivo Robert Glazer, comparte la historia del “asado a la olla” (quizás la conozca):
Una madre estaba preparando un estofado para la comida de Pascua de su familia mientras su pequeña hija ayudaba. Sabiendo que su hija era muy curiosa, la madre aclaró cada paso. Mientras se preparaba para poner la carne asada en el horno, la madre explicó: “Ahora cortamos los extremos de cada lado de la carne”.
Como suelen hacer los niños pequeños, la hija preguntó: “¿Por qué?” La madre pensó por un momento y respondió: “Porque así se hace. Así lo hizo tu abuela y así lo hago yo”.
No satisfecha con esta respuesta, la joven preguntó si podía llamar a su abuela. La niña llamó y preguntó: “Abuela, ¿por qué cortas los extremos de la carne asada?” Su abuela pensó por un momento y dijo: “Porque así es como se hace. Así lo hizo mi mamá y así lo hago yo”.
Aún no satisfecha, la joven llamó a su bisabuela, quien ahora vivía en un asilo de ancianos. “Bisabuela”, dijo, “¿por qué cortas los extremos de la carne asada?” Su bisabuela dijo: “Cuando yo era una madre joven, teníamos un horno muy pequeño. La carne asada no cabría en el horno si no le cortara los extremos”.
¿Por qué hacemos lo que hacemos?
Siempre me ha fascinado esta pregunta y mis motivos para hacer esto o aquello. Sin mencionar, por qué nosotros (como sociedad) hacemos las cosas que hacemos.
Estas son algunas de las cosas que cuestiono:
- ¿Por qué trabajamos una jornada de 8 horas?
- ¿Por qué nos jubilamos a los 60 o 70 años?
- ¿Por qué los puestos valiosos se pagan tan poco en nuestra cultura?
- Por qué comemos jamón en Semana Santa (¡qué asco!)
Y la mayoría de las respuestas a estas preguntas tienen la misma respuesta: “Eso es lo que siempre hemos hecho”.
Por supuesto, puedo estar simplificando demasiado algunas cosas aquí. Que siempre se haya hecho así no significa que sea lo correcto.